Pedro Francisco Bonó
Pedro Francisco Bonó fue un sociólogo, pensador y político dominicano de Santiago de los Caballeros (18 de octubre 1828 - San Francisco de Macorís, 13 de septiembre de 1906),fue un patriota que defendió a la República Dominicana en momentos cruciales. Se desempeñó como miembro del Senado y de la Cámara. Fue encargado de las Relaciones Exteriores durante la época de la Restauración, y luego, fue encargado de Justicia e Instrucción Pública. Fue Inspector General de Agricultura y miembro de la Suprema Corte de Justicia.
Es considerado como el primer sociólogo dominicano, y sus Apuntes sobre las Clases Trabajadoras Dominicanas constituyen un estudio pionero sobre la composición social dominicana.
Con su novela El Montero, se revela como un conocedor de las costumbres dominicanas de su época.
Obras publicadas
- El Montero (1856)
- Apuntes para los Cuatro Ministerios de la República (1857)
- Apuntes sobre las Clases Trabajadoras Dominicanas (1881)
- Congreso Extraparlamentario (1895)
- Epistolario
- Ensayos Sociohistóricos
- Actuación Pública
Las dos grandes figuras civiles de la República, después del prócer de la independencia Juan Pablo Duarte, fueron santiagueros nacidos en la década iniciada a partir de 1820, en pleno proceso de la ocupación haitiana: Ulises Francisco Espaillat, nacido en 1823 y Pedro Francisco Bonó, el 18 de octubre de 1828, cinco años después de Espaillat. Los padres de Pedro Francisco fueron José Bonó e Inés Mejía. Por parte de su padre tenía ascendencia francesa, pues la familia paterna se trasladó a vivir en territorio de la antigua colonia española, en los primeros años del siglo XIX, durante la ocupación francesa, huyendo de las persecuciones de los revolucionarios, antiguos esclavos, de la parte occidental de la isla.
Es lógico suponer que dentro de las características pueblerinas de una sociedad rural, como debió ser Santiago para esa época, Espaillat y Bonó se conocieran en los años de su niñez y adolescencia, aunque el padre del segundo se trasladó a residir a San Francisco de Macorís en los primeros años de Pedro Francisco. Las primeras lecciones de alfabetización las recibió en el hogar. Su padre era un hombre de luces y su madre también. Y las demostraciones de sus conocimientos las revela Bonó cuando apenas tiene veinte años de edad, en 1848. El correo de Ultramar, periódico no diario, editado en París, publica su novela “El Montero”, considerada la primera novela dominicana.
En ella recoge Bonó, con admirable percepción social, la existencia y las costumbres de nuestros hombres del campo, frugales, estoicos, solitarios, resignados, desarrollando sus vidas en las zonas rurales del país. A los 23 años, en enero de 1851, aparece desempeñando las funciones de Fiscal de Santiago y tres años después es elegido suplente de Diputado por la misma provincia. Es época de las guerras de independencia contra Haití. La joven República, proclamada en febrero de 1844, resiste los embates del vecino país, económica y militarmente más avanzado. Bonó es un eficiente servidor público, hombre de connotada ilustración admirada y respetada por sus conciudadanos.
Para 1855 es designado Procurador Fiscal del Tribunal de Justicia Mayor de Santiago, cargo equivalente a Procurador General de una Corte de Apelación, en la actualidad. En enero de 1855 se libra en la Línea Noroeste, frente a los ejércitos haitianos, la Batalla de Sabana Larga. Bonó asiste a la misma en su calidad de secretario auxiliar del general Juan Luís Franco Bidó. Un año después el Senado Consultor de la República lo elige Senador, a los veinticinco años de edad, por la Provincia de Santiago. Producto de sus experiencias en el terreno militar como secretario del general Franco Bidó, Pedro Francisco pudo darse cuenta de los perjuicios que causaba al desarrollo agrícola del país, el reclutamiento de los hombres aptos para el trabajo.
En octubre de 1856 presenta al Senado una moción en la cual propone la desmovilización de una parte importante de las tropas y la reorganización del ejército partiendo de un esquema moderno, ajustado a la realidad militar de la nación y a su preservación estratégica. Propone también la creación de un Banco Nacional. Comienza a significarse como un hombre de ideas claras en relación con el ordenamiento de la sociedad dominicana. Como no había salido del país se presume que sus ideas y proyectos eran producto de los conocimientos adquiridos por medio de la lectura. En 1857 escribe un ensayo que titula Apuntes para los cuatro Ministerios de la República.
Gobernaba Buenaventura Báez. Su forma de administrar la cosa pública y la corrupción que estimulaba desde el poder, de la cual era primer beneficiario, agudizaron las contradicciones con los productores e intermediarios del tabaco en el Cibao Central. En julio de ese año se levantaron en armas contra el gobierno, los sectores de la pequeña burguesía intermediaria y agrícola de la región, encabezados por José Desiderio Valverde. Las figuras más destacadas de la sociedad santiaguera publicaron y firmaron un manifiesto en el cual se distinguen las ideas económicas de Bonó y sus criterios en relación con el orden institucional de la República. Aunque el Manifiesto, se afirma, fue redactado por Ulises Francisco Espaillat, la influencia teórica y doctrinaria de Bonó es incuestionable.
A partir de ese episodio, junto al ilustre prócer santiaguero, se convertirá en una de las dos figuras señeras del pensamiento político dominicano y en un verdadero teórico del sector social más avanzado del país, dispuesto a organizar el Estado dentro de los lineamientos propios de una república liberal, democrática, productiva y soberana. Jugará en esa dirección un importante papel en la Convención Constituyente de Moca y forma parte, junto a Espaillat , Pedro Pablo Bonilla, Federico Salcedo y Domingo Rodríguez, de la primera Comisión encargada de preparar las bases de la Constitución que será promulgada en febrero de 1858.
Cuando Pedro Santana, aliado circunstancial, no de principios, de los revolucionarios cibaeños se alza con el poder, Bonó abandona el país y visita los Estados Unidos próximo a una cruenta guerra civil bajo la presidencia de Abraham Lincoln. Regresa en 1859 y se dedica al ejercicio de la profesión de abogado, reclamando la traducción y adopción de los Códigos franceses junto a otras figuras de la vida política nacional. Se produce entonces La Anexión a España y el destino de la República toma un rumbo diferente. Bonó aceptó la incorporación a España como un hecho irreversible y no participó en las manifestaciones de protesta en contra de la traición de Pedro Santana.
Al instalarse el Gobierno Restaurador, en septiembre de 1863, Bonó aparece firmando el Acta de Independencia y es designado junto a José Belisario Curiel, Comisionado de Guerra. Se incorpora de manera activa a sus funciones y realiza una gira por los territorios del Cibao bajo el control de los patriotas. Realiza una visita al combativo Cantón de Bermejo, baluarte de resistencia contra las tropas españolas y describe, más tarde, las condiciones de precariedad y la admirable decisión de los dominicanos de ser libres de nuevo del poder que los sojuzga. Escribe proyectos y planes de guerra y en junio de 1864 es enviado a Haití a conversar con el presidente Geffrard, en calidad de Enviado Confidencial, con el fin de recabar ayuda para el Gobierno Restaurador.
Al término de la Guerra de la Restauración, Pedro Francisco Bonó, aureolado dos veces por la proceridad, desempeñó numerosas funciones como hombre de Estado: Ministro de la Suprema Corte de Justicia, Secretario de Estado de Justicia e Instrucción Pública y Encargado de Relaciones Exteriores. Invita al patriota puertorriqueño Ramón Emeterio Betances a trasladarse al país, para que lo ayude a implementar planes de educación. Enérgico y lúcido, suspende las relaciones con Haití, durante el gobierno de Salnave, por la protección y ayuda que el presidente haitiano otorga a los generales baecistas, agentes de la política de expansión colonial del gobierno de los Estados Unidos.
Durante el gobierno de los Seis Años de Buenaventura Báez, se refugia en San Francisco de Macorís, comunidad donde ha fijado hace años su residencia y a la caída de ese gobierno, se traslada a Europa en 1875. Visita Alemania, Francia, Bélgica, Inglaterra y Nueva York, recogiendo y haciendo importantes observaciones que luego expondrá en beneficio del desarrollo económico, social y político de su patria. Regresa al país en vísperas de la elección de su amigo Francisco Ulises Espaillat como presidente de la República. Espaillat lo designa Comisionado Especial de Agricultura en la provincia de La Vega. Sus ideas y consejos en el orden del desarrollo de ese sector, son válidos aún más de cien años después. Cuando se inicia el “reinado” político de la pequeña burguesía del “Partido Azul”, se negó en reiteradas ocasiones a ser candidato a la presidencia de la República, rechazando lo que era un clamor nacional encabezado por Gregorio Luperón.
Murió Pedro Francisco Bonó el 14 de septiembre de 1906, en la villa de San Francisco de Macorís. Ha sido una de las figuras más definidas en sus ideas que ha dado el pueblo en su vida republicana.
Francisco Gregorio Billini, popularmente conocido como Goyito, patriota, revolucionario, maestro, periodista y escritor, resumió en su persona virtudes y extraordinarias cualidades no comunes en los hombres dominicanos de su época. Hijo de Hipólito Billini Hernández y María de Regla Aristy, nació en la ciudad de Santo Domingo el 25 de mayo de 1844, apenas tres meses después del nacimiento de la República. Perteneció a la segunda generación de los descendientes de un oficial italiano, nacido en Alta, Piamonte, de nombre Juan Antonio Billini, que perteneció a los batallones de infantería de esa nación, reclutados por Napoleón Bonaparte y que fueron integrados a la Gran Armada que vino a la isla de Santo Domingo, bajo el mando del general Leclerc, a someter a los esclavos insurrectos.
Goyito, a los veinte años de edad, en 1864, participó en la batalla de La Canela, bajo las órdenes de José María Cabral, distinguiéndose como hombre de valor. Apresado más tarde en el combate de Pizarrete, cerca del río Nizao, fue mantenido en prisión por los militares españoles y canjeado al final de la Guerra de la Restauración, en 1865, antes de que los ejércitos ibéricos abandonaran territorio dominicano. Inició Billini, a partir de ese momento, su carrera militar y política con otros rangos. Participó, con firme decisión, al lado de los jefes restauradores Luperón, Cabral y Pimentel, desde 1868, en los movimientos insurreccionales contra el gobierno de los Seis Años de Buenaventura Báez.
Hombre de armas y pluma fundó durante ese singular episodio del pueblo dominicano, en lucha por su soberanía, un periódico en la frontera dominico-haitiana para combatir el proyecto de Anexión de Báez a los Estados Unidos. Derrocado el gobierno de los Seis Años, militó activamente en las filas del llamado “Partido Azul”, que aglutinó a los políticos republicanos más progresistas del país. Como maestro ejerció las funciones de Director del “Colegio San Luís Gonzaga”, fundado por su tío el Padre Billini y se desempeño después como Director del periódico El Eco de la Opinión, que tanto por su contenido como por el formato ha sido considerado uno de los mejores publicados en el siglo pasado.
Goyito fue un hombre de proverbial simpatía. Llano, sincero, abierto, inclinado a las fiestas y los juegos de azar, no desperdiciaba oportunidad para compartir buenos tragos con sus amigos y compañeros. Pero fue un hombre de firmes ideas patrióticas y republicanas con un extraordinario valor cívico. En la historia política del país es el único caso en el cual se conjugaron el hombre de acción, guerrillero, conocedor de la manigua y poeta. Según Rufino Martínez fue político de principios y acción. Y agrega el mismo autor que por su preciso valor intrínseco, dio a los cargos desempeñados el brillo de su calidad personal.
Cuando empezó el “reinado” de la pequeña burguesía urbana y agraria del “Partido Azul”, Goyito Billini se distinguió como uno de sus más importantes voceros y defensor de los proyectos económicos, sociales y políticos que, en líneas generales, esbozaron los dos grandes teóricos de ese proceso: Francisco Ulises Espaillat y Pedro Francisco Bonó. Idealista, expresivo, tanto con la pluma como con la palabra los que le conocieron, no obstante la admiración y el respeto que despertaba, entendían que a Goyito le hacía falta la firmeza del carácter. En ese sentido su ejemplo no fue único entre los grandes hombres dominicanos del siglo pasado.
Protegido y apoyado por Fernando Arturo de Meriño y Ulises Heureaux, con el consentimiento de Gregorio Luperón y los demás líderes del “Partido Azul”, fue elegido presidente de la República y ascendió al poder el 1° de septiembre de 1884, cuatro meses después de haber cumplido los cuarenta años de edad, veinte de los cuales los había pasado como soldado de la independencia, combatiente de la Restauración, guerrillero durante la Guerra de los Seis Años, maestro y periodista. Tenía en su frente la doble corona de la proceridad y los inimitables lauros del magisterio, compartidos con la dignidad del ejercicio del periodismo.
Eugenio María de Hostos, el gran maestro, lo calificaba entonces como la mayor representación de las doctrinas republicanas en nuestro país. Su investidura presidencial no alteró para nada su criterio modesto, discreto y llano de la vida. Siguió siendo el mismo Goyito, popular, respetado y querido por todos los que le conocían. “La Presidencia de la República, que a tantos infelices ha causado mareos de grandeza cesárea, no podía realizarlo más de lo que él era; y fue una oportunidad más ventajosa que las anteriores para servirle a la sociedad en el sentido de una mayor evolución política y cultural”.
En la realidad política del momento la jefatura del movimiento que había llevado a Luperón al poder y luego a Meriño y Luís, estaba en manos de éste último. El sagaz y astuto puertoplateño, había hipnotizado a Luperón y a los demás jefes políticos del “Partido Azul”. En la práctica había consumado una alianza táctica con los remanentes y sobrevivientes del “baecismo” y apoyados en ellos, actuando como agentes en el territorio nacional, había tendido una red, verdadera telaraña de información e intrigas, que terminó haciendo inoperante el gobierno progresista de Goyito Billini.
Pensando equilibrar la situación, Billini se apoyó, inicialmente, en Cesáreo Guillermo, quien no tenía ascendencia ni respeto dentro de las filas de los “azules”, para enfrentar a un adversario de tanta influencia y habilidad como Luís. Su honestidad y su conciencia republicana no le permitían romper “la paz pública” que era, a su criterio como gobernante, el más precioso de los dones a que puede aspirar una nación joven y combatida como era su patria. En ese orden de ideas había hecho al mismo Luís un reconocimiento cuando éste le entregó el poder en septiembre de 1884.
El 16 de mayo de 1885 presentó renuncia a su alta investidura pronunciando un admirable discurso que le honra y enaltece como una de las grandes figuras cívicas de la historia dominicana. En uno de sus párrafos decía: “Cuando subí las gradas del solio para regir los destinos de la Patria, aunque pisé confirme planta hasta el último escalón, desconfié de mi gloria; porque traía el deseo de hacer mucho en bien de la República. Hoy, habiendo hecho muy poco, dadas las circunstancias, me parece que este descenso me enaltece: desciende mi personalidad yana y efímera para elevarse la República grande inmortal. Creo dar ejemplo resignando el mando espontáneamente, y eclipsándome en las sombras del hogar sin mezquinas aspiraciones para el porvenir “. Y más adelante dijo:
“Podré aparecer ante todos bajando; pero yo siento que estoy de pie sobre la cumbre! “... Y refiriéndose a los diputados que le habían elegido afirmó: “Yo me despojo de la potestad que ellos me dieron, limpias las manos y la conciencia de la sangre del crimen y del oro corruptor del peculado”.
Según testimonios de la época, al día siguiente, para cubrir sus más apremiantes necesidades, mandaba donde un familiar y amigo en busca de veinte pesos prestados. Caso sin precedentes en la vida política de la nación. Retirado a su hogar se dedicó a escribir alejado de las luchas políticas. Para mayo de 1890, consolidada la dictadura de Ulises Heureaux, publicó Banjo Engracia y Antoñita, narración con perfiles de novela donde describe las costumbres y características sociales de Baní, considerada por él como su patria chica. Esa obra la chismografía política contemporánea, la convirtió en una severa crítica a los familiares maternos de Rafael Trujillo, identificando a dos de sus personajes con su abuela y su padre.
Murió Francisco Gregorio Billini el 28 de noviembre de 1898 en la ciudad capital donde había nacido. Honró con su presencia el solio presidencial y la vida política dominicana.