Diferencia entre revisiones de «Gaspar Polanco Borbón»

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Gaspar Polanco Borbón

Nacido en Corral Viejo, Guayubín, en el año 1818. Hijo de Valentín Polanco y Juana Borbón. Era coronel de caballería en la época de las luchas de separación libradas contra Haití entre 1844 y 1856. Se distinguió en batallas tan importantes como la de Jácuba y la de Talanquera. Dueño de grandes hatos de crianza, residía en Cañeo, Esperanza, donde tenía una de sus fincas. Ya para 1861, año de la anexión, tenía rango de general de brigada, y con esa jerarquía quedó inscrito en las Reservas al servicio de las autoridades. Era jefe de caballería española en todo el Noroeste. Según la descripción de Archambault, para los tiempos de la anexión, el general Polanco: Contaba 50 años de edad, era mulato claro, enjuto de cara, mal parecido, alto y desgarbado, un tanto doblado de cuerpo.

En los primeros momentos de la Guerra Patria, y mientras su hermano mayor Juan Antonio combatía por la causa nacional, Gaspar peleaba contra los patriotas, primero, en los levantamientos de febrero y aún después del pronunciamiento del 16 de agosto en Capotillo. Fue Gaspar Polanco quien apresó a Vidal Pichardo, protagonista del levantamiento de Santiago y fusilado días después por los españoles.

Pero pronto Polanco volvió sobre sus pasos y regresó a la senda del ideal nacional. Se unió a las fuerzas encabezadas por Monción y Pimentel en la persecución del brigadier Buceta; avanzó hacia Santiago, estableció su puesto de mando en Quinigua y no tardó en ser admitido como jefe supremo por sus compañeros de armas. Él mismo se propuso como jefe superior y fue aceptado por sus condiciones de valeroso y competente guerrero, por haber sido el único general de las campañas de la Independencia que tomaba parte hasta ese momento en el movimiento, por su peso social, su prestigio y su autoridad. General en Jefe de los Ejércitos en Operaciones de la República, era su título.

Hombre enérgico, tan implacable que a veces lindaba en la crueldad cuando de castigar a sus enemigos y perseguir la traición se trataba. Gaspar, era un hombre de carácter ingenuo, pero irascible, con un temperamento tempestuoso y tremendo, dice su amigo y compañero Luperón. Desde su cuartel de Quinigua, el 31 de agosto de 1863 ordenó el ataque a Santiago, bastión principal de los españoles en la región Norte. Le puso sitio a la plaza. El 6 de septiembre consideró precisa una acción que doblegara la terca resistencia de los españoles rodeados en la fortaleza San Luis y ordenó el incendio de la ciudad.

Desde entonces los sitiados, aunque resistieron varios días más, no tuvieron otra salida que evacuar la plaza. No podían continuar una resistencia sin posibilidades de éxito contra los embates de los dominicanos, que en tiempo sorprendentemente corto, a plomo y machete, habían limpiado la Línea entera de españoles; tenían rodeada a Puerto Plata; habían liberado a Cotuí, Moca, San Francisco de Macorís y La Vega.

Las características populares y la fuerza volcánica de la revolución habían sorprendido a los españoles. La situación en la provincia de Santiago de los Caballeros se ha complicado gravemente, como podrá V. E. juzgar de los partes que he recibido. No cuento con tropas suficientes para contener el desbordamiento de la rebelión El pueblo de Guayubín ha sido incendiado, batida su guarnición y degollados los enfermos, dice el oficio fechado a 25 de agosto de 1863, remitido a la Capitanía General de la Isla de Cuba, por el Capitán General de Santo Domingo, Felipe Rivero Lemoine y que se recoge en la obra Diario de la Guerra Dominico-Española.

Desde entonces se advirtió la tendencia de los ocupantes a irse concentrando en determinados puntos marítimos, de forma tal que ante el previsible colapso de sus ejércitos, no le quedara cortada la retirada. Como Puerto Plata era el más próximo a Santiago, Buceta y sus secuaces se decidieron por evacuar esa ciudad que ardía bajo las botas del invasor, y empezaron a hablar de negociación con fines de ganar tiempo y encontrar, como encontraron, la brecha propicia para escaparse sin entregar sus armas. Aprovecharon un momento de confusión del mando político nacional, abandonaron la fortaleza y empezaron un desastroso repliegue a Puerto Plata, el 13 deseptiembre de 1863.

Al día siguiente, el 14 de septiembre de 1863, se organizó el gobierno nacional en Santiago. Polanco, que se vio de súbito frente a las complejidades de la alta política y los asuntos del Estado, se ocupó de encabezar la persecución de los que huían hacia la costa Norte. Fue designado Jefe de Operaciones de toda la Línea de Puerto Plata, se acogió al nombramiento y se instaló en su campamento general de Las Jabillas, como subalterno del presidente Salcedo y su gobierno, pero sin renunciar a la posibilidad de hacerse en el futuro con el mando. Fue herido en febrero de 1864 y después de un breve retiro para restablecerse, volvió el 10 de marzo a su puesto de mando de Las Jabillas. Era misión difícil la que tenía Polanco a su cargo en Puerto Plata, donde contaban los ocupantes con una guarnición permanente y estable de millares de tropas bien armadas, que podían ser abastecidas y reforzadas por mar, desde Santo Domingo, o Samaná o desde Cuba y Puerto Rico, para emprender operaciones ofensivas de gran envergadura.

En octubre de 1864, el general Gaspar Polanco, con la cooperación de otros generales restauradores, como su hermano Juan Antonio, Monción y Pimentel, aprovechó el estado de semiparálisis, la pérdida de dinamismo en que había caído la Revolución Restauradora, a causa de actitudes negligentes y movimientos sospechosos del presidente Salcedo, para organizar un levantamiento y derrocarlo. No le fue difícil lograrlo. Polanco era un factor de mucho peso en el movimiento.

Por su ascendencia en el ejército Restaurador, su relación de mucho tiempo con la ficialidad y la cercanía con dirigentes políticos importantes. Salcedo, en cambio, aparte de la ostensible apatía que dejaba traslucir a medida que pasaba el tiempo, de la falta de previsión y de energía que estaba demostrando, había visto mellado su prestigio, y para algunos se había vuelto sospechoso de andar buscando una componenda con los españoles.

Aprovechó Polanco el malestar creado por la pérdida de Monte Cristi en mayo de 1864 y de las dudas y la desorientación provocadas por iniciativas del presidente Salcedo de entrar en negociaciones con el enemigo después de ese fracaso. Disminuyó aún más la autoridad del presidente cuando, en medio de la crisis en que venía desenvolviéndose su administración, se pronunció ya abiertamente por el regreso de Báez para que se hiciera cargo del gobierno. Sin tomar en cuenta Salcedo que los más esclarecidos dirigentes civiles del movimiento eran en su mayor parte hombres de pensamiento liberal y orientación nacionalista, los mismos que habían peleado contra Báez en la Revolución de 1857.

Polanco actuó con esos y otros factores a favor y el 10 de octubre de 1864, aprovechando una de las frecuentes ausencias del presidente, encabezó un consejo de militares y políticos en la fortaleza San Luis, que aprobó desconocer la autoridad de Salcedo y proclamó a Polanco como jefe del gobierno.

La presencia de Gaspar Polanco en la presidencia y las disposiciones que tomó, destruyeron las ilusiones que alentaban De la Gándara y sus socios de minar con la diplomacia y las maniobras políticas, la unidad del movimiento nacional; y al mismo tiempo, le imprimió un nuevo impulso a la Guerra de Restauración. Quedaron severamente golpeadas las dudas y vacilaciones en las filas restauradoras y en los noventa y siete días que duró la administración de Gaspar Polanco, el país sintió los resultados de las saludables medidas de gobierno que se tomaron.

Era analfabeto, pero demostró que sabía apoyarse en quienes tenían la preparación académica que a él le faltaba. Suprimió la costumbre monárquica de usar los títulos pomposos de Excelencia, Señoría y otros que se usaban habitualmente para dirigirse al presidente; creó escuelas en numerosos lugares donde hasta entonces no las había; revalorizó el papel moneda que, en el gobierno de Salcedo, se había depreciado hasta niveles críticos; se nombraron comisiones militares para la organización del ejército y se restableció la ley de estados mayores; se restituyó el municipio y volvieron a funcionar las alcaldías, así como las delegaciones de la Secretaría de Hacienda, que se encargaron en lo adelante del cobro de los impuestos, que hasta el momento lo ejercían a su entera voluntad los comandantes de armas. La mano firme del general Polanco ejerció una positiva influencia en la Revolución Restauradora, y desterrado de raíz todo espíritu de compromiso con el enemigo, los dominicanos reafirmaron el espíritu de patria o muerte, indispensable en toda guerra nacional de resistencia, frente a una potencia invasora. Por otra parte, desde que concibió el levantamiento que lo llevó al poder, Polanco dio riendas sueltas a una ciega y aldeana odiosidad hacia su rival Pepillo Salcedo. Lo mandó a hacer preso cuando Salcedo estaba en su casa en Botoncillo, Guayubín, y desde entonces lo hizo pasar por un incierto y riesgoso peregrinaje que lo llevó al puesto de Las Jabillas en Puerto Plata, de donde fue sacado la tarde del 5 de noviembre de 1864 para ejecutarlo.

No fue necesario esperar mucho para que, con la ejecución de Salcedo como pretexto, el general Pimentel y otros que habían sido precisamente de los principales instigadores de esa muerte, se insurreccionaran contra el gobierno nacional. El presidente aceptó renunciar al cabo de una negociación en la localidad liniera de Jaibón, el 21 de enero de 1865, previo ofrecimiento de formales garantías de inmunidad política y judicial y respeto a su persona.

Sin embargo, desde que Pimentel se posesionó del mando, todas las garantías quedaron anuladas y Polanco y la mayor parte de su gabinete empezaron a ser perseguidos. Preso, sometido a juicio junto a varios colabores suyos, se salvó de la condena de muerte que fue dictada contra él, porque se fugó de la prisión y se fue a la clandestinidad. Reapareció en Blanco, hoy Luperón, y se declaró en insurrección armada. Existe la versión histórica de que ese movimiento selló su fracaso estrepitoso desde que levantó como insignia la bandera dominicana y el pabellón haitiano entrelazados. Otros, como Manuel Ubaldo Gómez, en su Resumen de la Historia de Santo Domingo, refutan tal versión, basados en el testimonio de Personas que fueron actores en los sucesos de la Restauración, de indiscutible y reconocida seriedad Pasada ya la guerra nacional, Polanco continuó activo como importante hombre de armas.

Aunque en algún momento se pronunció por Báez, terminó su vida como seguidor del general José María Cabral. El 13 de noviembre de 1867, mientras peleaba en un combate librado en jurisdicción de Esperanza, recibió una herida en un pie. Lo llevaron a recibir atenciones médicas a Santiago, de ahí se le trasladó a La Vega donde contrajo tétano y el 28 del mismo mes dejó de existir este sobresaliente general de la República y héroe prominente de la Guerra de Restauración.