Máximo Gómez
Tres figuras legendarias encabezan la historia militar del pueblo dominicano como la más alta expresión del arte de la guerra: Enriquillo, el precursor, capitán invicto; Ramón Matías Mella, el gran estratega de la guerra irregular y Máximo Gómez, el invencible. Los méritos y las glorias de estos hombres como soldados, son más que suficientes para llenar de orgullo a cualquier país del mundo. Los episodios y las epopeyas en los que el destino les deparó actuar, no tienen igual en la historia de América, desde el inicio de la resistencia al dominio colonial, en el periodo de la conquista, hasta finales del siglo XIX, cuando quedo consumada la derrota de Espala en la guerra cubana de independencia que culminó en 1898.
Máximo Gómez nació en la villa de Baní en la época que la antigua colonia española de Santo Domingo era parte del Estado haitiano. En notas autobiográficas, el mismo Gómez señala: No puedo precisar la fecha en que nací, pues por más que busqué personalmente la partida de bautismo en los libros de mi parroquia, no pude dar con ella... Pero por la edad precisada en la fecha de nacimiento de contemporáneos míos, y por la tradición conservada en la memoria de mis buenos padres, pude averiguar sin más datos que esos, que nací allá por el 36(1836). Al momento de su nacimiento, la esclavitud había sido abolida en la parte oriental de la isla desde el momento en que se produjo la ocupación de Boyer, en 1822. Para entonces, la población de la parte Este en su mayoría era mulata con una minoría negra y blanca pero con una integración social diferente a la cubana y la de otras antiguas colonias españolas, en las cuales las diferencias sociales, económicas y raciales eran profundas.
Fue soldado de la independencia en las filas del Ejército del Sur. Participó en la Batalla de Santomé y estuvo presente cuando José Maria Cabral derrotó en duelo personal al duque de Tiburón, jefe del ejército haitiano y decapitó. Su primera experiencia como militar, del aria en i.e. una lección inolvidable: los jefes dominicanos combatían al frente de sus tropas. Axial lo hicieron Sánchez Ramírez, Cabral, Diverge y otros.
Durante el periodo de La Anexión a Espala, Gómez presto servicios en el ejército español y ostentó el rango de comandante. Cerca de su pueblo natal, en los inicios de la guerra restauradora, dirigió una carga al machete conocida como la del “Guanal de Paya”. Su acción hizo estragos en las filas de las tropas que comandaba Pedro Florentino, jefe restaurador de severo y cruel comportamiento con los habitantes de Van.
Con el ejército que se ausentaba, marchó Máximo Gomes a Cuba en compañía de otros jóvenes soldados criollos que habían servido a Espada: Luís y Félix Marcado, Modesto Díaz y Dionisio Gil. Juntos dejaron su patria sin pensar lo que el destino les deparaba. Cuba era diferente. Allí sufrieron desconsideraciones e irrespeto de la oligarquía esclavista criolla, insensible, axial como las humillaciones de los oficiales y autoridades españolas que los menospreciaban. Pero fue el trato inhumano que se dispensaba a los esclavos, lo que conmovió la sensibilidad de Gómez y sus compatriotas, quienes no habían vivido en su tierra natal esas costumbres, ni la profundidad de las diferencias sociales y económicas. Ellos eran oriundos de un medio pobre, rural, autárquico, que apenas superaba como nación, los 200,000 habitantes, pero que en lucha singular habla propiciado una derrota militar, de imprevisible repercusión, a la monarquía española en un territorio insular, parecido a Cuba.
El 10 de octubre de 1868, tres años después del triunfo dominicano, se iniciaba en Cuba la Guerra de Independencia. Máximo Gómez y sus paisanos militares fueron los primeros en ofrecer sus servicios a los patriotas. Esos soldados dominicanos provenían de un escenario en el cual se habían librado desde el inicio mismo de la con quista cruentas guerras y combates con ejércitos y expediciones, lo que otorgaba al pueblo dominicano el raro privilegio de haber combatido desde los inicios de su formación contra españoles, ingleses, franceses, haitianos y españoles de nuevo, al cerrar el ciclo de La Restauración1 y al incorporarse a la lucha les correspondió la misión de enseñar a combatir al pueblo cubano.
En los inicios de la guerra, S.A. ataque y la rendición de la ciudad de Bayamo fue obra de Luís Marcado, que junto a su hermano Félix y Modesto Díaz, se bajan sumado a los insurgentes. Pero a Gómez le corresponderla clan a los cubanos, y a los españoles, la primera lección militar en la cual se aplicaron métodos del arte de la guerra que allí no se conocían. Esa lección fue “La Carga al Machete de la Venta del Pino de Varié”, realizada el 4 de noviembre frente a un batallón español, al mando del coronel Quiroz y Weyler, veterano de la guerra de Santo Domingo. Esa acción, conocida como “La Primera Carga al Machete”, de la guerra de independencia cubana, dejó un saldo de más de 200 muertos y, heridos, al resto de los sobrevivientes. Benigno Souza, en su biografía Máximo Gómez: El Generalísimo, nos dice refiriéndose a la Primera Carga al Machete y a la ocupación de Bayamo por parte de los patriotas cubanos, que pronto dieron su fruto. Camagüey se subleva, la emigración de los Estados Unidos prepara sus expediciones, hombres de gran importancia del país abrazan la causa de Cuba; militares, cubanos Ext. Granjeros se unen a los maestros dominicanos...
Convertido en una figura de incuestionable capacidad y autoridad militar, Máximo Gómez dejó vibrando en Cuba su impresionante grito de: “Al Machete”, que era una repetición, a través del tiempo y la distancia (habían transcurrido 58 años) de aquel grito de: “¡A muerte, a muerte!”, lanzado por los dominicanos-españoles en los inicios de la batalla de “Palo Hincado”. El grito de “Al Machete” estremeció los campos de Cuba desde La Venta del Pino de Barie, pasando por Palo Seco, Cafetal González y Las Guásimas, hasta MA! Tiempo y La Larga en la segunda campaña libertadora iniciada en 1895. En esas dos etapas, la iniciada en 1868 y más tarde en 1895, atacando a frente de las tropas puestas a su mando, la mayoría de las veces a la cabeza de ellas y machete en mano, Máximo Gómez fue jalonando un rosario de combates victoriosos entre los cuales sobresalen Santa Ana de Gritan, La Candelaria, El Recurso, Tiarilla, El Cristal, Bordita, Arroyito, y el asalto a La Socapa, este ultimo destacado por la demostración de audacia del guerrillero dominicano.
Pero la más formidable campadla militar de Gómez fue realizada en la segunda etapa de la guerra de independencia, a partir de 1897 en La Reforma. Al mando de 4,000 hombres mal armados, enfrentó 40,000 soldados dirigidos por los generales españoles Weyler y Blanco. La campaña cloró 20 meses en los cuales los patriotas tuvieron 28 muertos y 80 heridos, durante 15 combates que se libraron frente a 4 regimientos y 88 batallones detrás de los cuales estaba todo el poderlo de la monarquía española. Gómez se burlé de las fuerzas enemigas moviéndose en un escenario geográfico de 60 kilómetros cuadrados.
Como jefe militar en Cuba, durante la Guerra de los Diez Agios y la de 1895, el guerrillero dominicano hizo derroche de habilidad, constancia y decisión que eran reflejos de la prudencia, astucia y paciencia, bases fundamentales de su método de lucha. Esas normas, entre las cuales figura la prudencia, una de las virtudes cardinales del hombre, eran producto de la escuela militar de su patria sintetizada en él, como la más alta expresión militar del país en el que había nacido. Sobrio, directo y firme era al mismo tiempo un brillante orador como lo demuestra esta arenga pronunciada momentos antes de iniciar una de las ultimas batallas de la guerra final: Cubanos, se nos presenta otro momento difícil. La dificultad aviva nuestra energía. Bienvenido sea este momento. Los españoles han perdido la guerra; pero quieren caer con honra. Ellos son nuestros padres; nos alegramos de su decisión. Si ellos buscan la honra en la derrota, nosotros queremos que el heroísmo acompañe nuestra victoria. Se aproxima una dura camparía. Démosle la bienvenida. Haremos frente al enemigo y no saldremos de esta zona. Nuestro machete está ya inquieto en su funda. Los tiros españoles enardecen nuestros pechos. Estamos todos al servicio de la Patria, que es hoy nuestra madre, nuestra esposa y fluís ara ha; tiene hoy todos nuestros afectos, nuestra pasión merecida.
Morir es una gloria, no un dolor Los que mueran serán los mejores; ellos vivirán más en la memoria de todas las generaciones. Levantemos nuestros corazones. Preparémonos para esta nueva embestida, la ultima quizás. El enemigo no do cuartel. Paguémosle con la misma moneda. Soldados, el clarín tocará a degüello. Obedecer es la suprema Ley. El clarín es la voz de Cuba Libre. Pero la cualidad más sobresaliente de Máximo Gómez era su dignidad, y en su comportamiento, la rectificación de su conducta militar y política que habla puesto al servicio de los enemigos de su patria, cuando el episodio de La Anexión. Tenia en alto su origen dominicano y axial lo manifestó al Dr. Eusebio Hernández cuando le dijo: Mi cuna, honrada, está en Santo Domingo. No les debo a los cubanos más que la gloria; No me he vendido a ellos; y a mi familia le he dicho que vivan de lo que le dan mis paisanos y que no acepten ni un real de la Junta Revolucionaria. Los cubanos pueden darme y estimarme cuanto quieran, pero yo solo quiero que después de terminada la guerra me dejen tranquilo en mi casa.
Esa casa era su patria de origen. A la que nunca olvido. La que siempre, como lo denla una y otra vez, llevaba guardada en lo más prótido de sus sentimientos. Murió en La Habana, el l7 de junio de 1905.