Duarte contra la Anexión desde Venezuela
- FRAGMENTO
Después de permanecer desde 1844 fuera del país, primero expulsado y luego en un exilio aparentemente voluntario, desde 1845, pero en realidad forzado, en vista de la situación política imperante bajo los gobiernos de Pedro Santana y Buenaventura Báez, con los cuales le hubiera sido, probablemente, imposible comulgar, por todas sus actuaciones derivadas de su naturaleza autoritaria, antidemocrática y caudillesca, que lo mantendría en permanente conflicto con ambos regímenes y le haría correr el riesgo de hasta perder la vida, como le ocurrió a otros dominicanos, el 10 de abril de 1862, en su alejado retiro en la región venezolana de Apure, donde vivía desde 1850, recibió Juan Pablo Duarte cartas de su familia desde Caracas.
Por este medio se enteró que se había realizado la Anexión de la República a España. Al mismo tiempo que supo de la “funestísima noticia de la entrega de Santo Domingo a España”, como él denominó a la incalificable acción anexionista, conoció y lamentó, con palabras de profundo dolor, la noticia del fusilamiento “de mi nunca bien sentido amigo Francisco del Rosario Sánchez y demás compañeros”.2
La situación de la Patria era sumamente grave y la de Duarte doblemente angustiosa y crítica, no sólo por las penurias que podía padecer en el orden personal, sino sobre todo, por el dolor que le causaba semejante situación, que en el orden político, económico y social, daba al traste con los anhelos y las aspiraciones de una Patria libre, independiente y próspera como él la soñara. La República, que junto a otros dominicanos había logrado fundar, y por la cual había sufrido persecuciones y exilio, había sido anexada a España, por el hombre que después de cubrirse de gloria en las batallas de la independencia, claudicaba, carente de fe en la obra que él mismo había ayudado a sostener con su espada, traicionando así no sólo los ideales de sus compatriotas sino la voluntad de muchos dominicanos que ofrendaron sus vidas en aras de la libertad.
Se consumó de ese modo, por una decisión unilateral revestida de supuestos apoyos y deseos manifestados por los pronunciamientos de los pueblos, la que era una vieja y soterrada idea que afloraba en cada situación de dificultades y peligros nacionales, y sobre todo, invocada como la única forma segura de hacer cesar la permanente confrontación con los haitianos. Enajenar la República era la solución preferida por el caudillismo y el providencialismo reinante, incapaz de tener una visión más amplia y profunda, y una firme concepción del Estado nacional.
En aquel momento de confusión, se invertían los valores y los principios, como ocurre cuando el triunfo aparente lo logran los hombres que persiguen objetivos contrarios al bien común y al bienestar de los pueblos, para satisfacer sus propios fines, que no son más que los que resultan de la egolatría, la ambición desmedida de gloria personal, el excesivo afán de lucro y de riqueza material, y la consagración y reconocimiento públicos de méritos que no se tienen, o los cuales han sido enajenados por actuaciones posteriores, que niegan totalmente el valor de los que se habían cumplido en el pasado.
En ese estado de alteración social y política, en el que se pierde en gran medida la noción de las diferencias y de los principios, se trató de utilizar a Duarte, en una maniobra bochornosa y evidentemente engañosa y con todas las características de ser una celada. Sin tener en cuenta la dignidad del patricio, se hicieron a Duarte proposiciones indecorosas e inadmisibles para un hombre de su calidad moral. Una de ellas consistió en sugerirle que presentara su hermano, Vicente Celestino Duarte, quien había llegado a Caracas el 8 de agosto de 1862, al cónsul español, y escribiera a España para ofrecer sus servicios al Gobierno de ese país. En efecto, Duarte, refiere que se le había aconsejado, “que escribiera a España ofreciendo sus servicios, el Caudillo que había sido de la Revolución por la Independencia y Fundador con los demás compañeros de la República, y que ofreciendo mis servicios a España sería nombrado Capitán General y terminaría la oposición que los dominicanos hacían a la dominación española”.3
Para tratar de convencer a Duarte se argumentaba que su Patria sería próspera y feliz y que los dominicanos saldrían del estado de privaciones en que se encontraban, al igual que el propio Duarte. Dispuesto a sacrificarse y a no claudicar, el Padre de la Patria rechazó semejantes proposiciones de la manera más contundente, como consta en los Apuntes de su hermana Rosa.
Con expresiones de gran elevación moral y patriótica, Duarte resumió los motivos que tuvo en cuenta para tomar su decisión, y al mismo tiempo los valoró positivamente al contrastarlos con los resultados que su acción recibió posteriormente:
“Los sufrimientos de mis hermanos me eran sumamente sensibles, pero más doloroso me era ver que el fruto de tantos sacrificios, tantos sufrimientos, era la pérdida de la Independencia de esa Patria tan cara a mi corazón, y en lugar de aceptar la opulencia que nos degradaba aceptó con júbilo la amarga decepción que sabía me aguardaba el día que no se creyeran útiles ni necesarios a particulares intereses mis cortos servicios”.4
Todo lo que significara para Duarte renunciar a su nacionalidad era inadmisible. Al extremo de no aceptar un cargo que le ofreciera el Ministro del Interior de Venezuela, el Dr. Elías Acosta, “porque debía al aceptarlo aceptar por Patria al país al cual servía”.5
Cuatro meses después de iniciada la Guerra de la Restauración, el 20 de diciembre de 1863 llegó a Caracas desde Santo Domingo el general Mariano Diez, tío del general Duarte, quien le enteró de la situación del país y al decir de este último, le informó “del júbilo con que los dominicanos reciben la noticia de que me hallaba en Caracas dispuesto a salvar por segunda vez a la Patria de la dominación extranjera (…)”.6
Para llevar a cabo el plan de liberar a la República del dominio español, desarrolló Duarte una activa campaña en suelo venezolano. Sus primeras gestiones estuvieron encaminadas a obtener el apoyo del Gobierno de Venezuela. Entre diciembre de 1863 y enero de 1864, valiéndose de sus relaciones con don Blas Bruzual, se entrevistó con el presidente de Venezuela, mariscal Juan Crisóstomo Falcón. También se entrevistó con el general Manuel E. Bruzual. En la entrevista sostenida con este último estuvieron presentes Manuel Rodríguez Objío, quien había llegado a Caracas procedente de Santo Domingo y don Blas Bruzual. El general Bruzual aprobó los planes que le expuso Duarte y ofreció aportar los recursos necesarios para ejecutarlos. En los Apuntes de Rosa Duarte consta la anotación que describe estas relaciones y las promesas de apoyo ofrecidas a Duarte por el general Bruzual. En efecto, en la relativa al 7 de octubre de 1863 se señalaba:
“llega a Caracas el Soldado sin miedo, el ilustre General Manuel E. Bruzual, amigo del General Duarte y deudo del joven Rodríguez el cual (sic) comunica al General Bruzual el proyecto del General Duarte que él aprueba y ofrece desde luego la cantidad necesaria para ponerlo por obra.
Entrevista en compañía del joven Rodríguez del General Duarte con los señores Dr. Blas Bruzual y el General Bruzual”.7
La inesperada salida de Caracas del general Manuel Bruzual, dio lugar a que los planes sufrieran dilaciones y contratiempos, como lo hizo saber en sus apuntes la hermana del patricio, cuando señaló: “Partida repentina del General Manuel Bruzual por consiguiente dilaciones para envío de la Comisión proyectada”. Sin embargo, el 16 de enero de 1864, don Blas Bruzual comunicó a Juan Pablo Duarte que el presidente de Venezuela, Juan Crisóstomo Falcón lo recibiría ese mismo día a las once de la mañana. Al mismo tiempo, Bruzual informó a Duarte, que le había dicho al presidente Falcón, que debía ordenar que se entregara a los dominicanos mil pesos, de los cuales Duarte recibiría ochocientos pesos y Rodríguez Objío los doscientos restantes, a lo cual el Presidente contestó que sería “bien despachado”.
Tal y como estaba previsto, Duarte sostuvo la entrevista con el presidente Falcón, “quien lo presentó al vicepresidente general Antonio Guzmán Blanco” y ordenó a éste “mandar entregar la consabida suma”, para lo cual Duarte fue citado por el vicepresidente a recibirla al día siguiente. En lugar de asistir personalmente, Duarte autorizó a Rodríguez Objío para que retirara la misma, y para estos fines dirigió una comunicación al general Antonio Guzmán Blanco, el 19 de enero de 1864.8 La entrega de la referida suma se verificó como se hizo constar en el siguiente apunte:
“Entran en caja los consabidos mil pesos, que fueron recibidos”.9
También con ese motivo, Juan Pablo Duarte dirigió a don Blas Bruzual una carta, en la cual le expresó lo siguiente:
“Logro la dicha de contestar a su muy apreciable fecha 16 de los corrientes diciéndole que su anuncio verificose ayer en todas sus partes, pues recibí los consabidos mil pesos de que en ella me habla. No hay palabras en lengua alguna bastantes significativas para expresar nuestra gratitud”.10
De los lugares vecinos a Venezuela viajaron a Caracas varios dominicanos que se unieron a la causa encabezada por Duarte. De Curazao llegaron Juan Esteban Aybar y Francisco Saviñón. Duarte expidió a Saviñón el despacho de coronel y le nombró “agente de negocios en Curazao y demás Antillas donde no haya agencia”. También, Duarte nombró a Manuel Rodríguez Objío coronel secretario y lo asignó a su Estado Mayor, y expidió despachos de segundo comandante a Juan Esteban Aybar Valencia y a Mariano Cestero hijo.11
Muchos otros dominicanos también viajaron a Venezuela, para ponerse bajo las órdenes de Duarte. El 23 de enero de 1863 llegaron varios desde Curazao, entre los cuales se encontraba el capitán David León. Duarte nombró a este último, agente secreto en el lugar de su residencia.12
Los nombramientos expedidos por Duarte recibieron, en algunos casos, confirmación por el Gobierno Restaurador.13
La falta de recursos económicos impidió a otros dominicanos prestar sus servicios a la causa, a pesar de estar dispuestos a “irse a la revolución”, contra la anexión.14
Los fondos recaudados por Duarte, entre los favorecedores y partidarios de la Restauración de la soberanía nacional, no eran abundantes. Hay constancia, entre otras contribuciones, de ciento trece pesos y cuatro reales sencillos aportados por Francisco Saviñón. También los mil pesos, que aportó el Gobierno de Venezuela que presidía el general Juan Crisóstomo Falcón. En vista de los pocos recursos con que contaban los revolucionarios dominicanos en Venezuela, y en un acto de desprendimiento y generosidad patriótica, Duarte para aumentar los caudales recaudados procedió a vender una casita que poseía en Caracas, por la suma de mil cien pesos.15
De todos modos, Duarte viajó a Curazao para fletar un buque que lo condujera a Santo Domingo. Con los fondos recaudados, incluidos los mil cien pesos de la venta de la casa que le pertenecía, debió sufragar los gastos de su viaje en la goleta que lo condujo desde La Guaira hasta las Islas Turcas, junto a su tío Mariano Diez, su hermano Vicente Celestino Duarte, el venezolano Candelario Oquendo y Manuel Rodríguez Objío. El flete de la goleta costó la suma de quinientos pesos sencillos.
Al día siguiente de la salida del puerto de La Guaira, de la goleta holandesa Gold Munster, en la cual iban Duarte y sus acompañantes, el cónsul español, quien fue avisado por sus agentes, dio órdenes de que la embarcación fuera alcanzada por un buque que salió en su persecución, para impedir el viaje de los patriotas dominicanos. En uno de los Apuntes de Rosa Duarte, se refiere el relato hecho por Duarte, de este viaje, en la forma siguiente:
“Salimos de Caracas para la Guaira para de este puerto dirigirnos a las islas Turcas y de ellas a Santo Domingo, dejando a mis queridos hermanos bajo la égida de la Providencia.
Notas y Referencias bibliográficas
- 1. Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia y de
la Comisión Editorial de esta revista.
- 2.Emilio Rodríguez Demorizi y otros(editores) Apuntes de Rosa Duarte.
Archivo y versos de Juan Pablo Duarte. Santo Domingo, Instituto Duartiano, 1970, pp. 95-96.
- 3. Ibídem, p. 96.
- 4. Ibíd.
- 5. Ibíd.
- 6. Ibíd., pp. 96-97.
- 7. Ibíd., p. 99.
- 8. Ibíd., p. 101. El texto de la carta de Duarte al general Antonio Guzmán Blanco, figura en Carlos Larrazábal Blanco (editor). “Archivo de Duarte”. En Emilio Rodríguez Demorizi, y otros (editores). Apuntes de Rosa Duarte…, doc. No. 33, pp. 223-224.
- 9. Emilio Rodríguez Demorizi, y otros (editores). Apuntes de Rosa
Duarte…, p. 102.
- 10. “Carta de Duarte a Blas Bruzual, Caracas, 21 de enero de 1864”. En
Carlos Larrazábal Blanco (editor). “Archivo de Duarte”. En Emilio Rodríguez Demorizi, y otros (editores). Apuntes de Rosa Duarte…, doc. No. 33, p. 224.
- 11. Emilio Rodríguez Demorizi, y otros (editores). Apuntes de Rosa
Duarte…, p. 100.
- 12. Ibídem, p. 103. El nombramiento del capitán David León como agente
secreto en el lugar de su residencia, expedido por Duarte, el 29 de enero de 1864, figura en Carlos Larrazábal Blanco. (editor). “Archivo de Duarte”. En Emilio Rodríguez Demorizi, y otros (editores). Apuntes de Rosa Duarte…, doc. no. 8, p. 225.
- 13. Emilio Rodríguez Demorizi, y otros (editores). Apuntes de Rosa
Duarte…, pp. 102-103. “El agente de Curazao con fecha posterior le dice: E. A. Gazán al llegar al Cibao presentó el despacho que Usted le dio de Coronel, y según escribe se lo ratificó el Gobierno”. En otra carta dice el mismo al general Duarte:
(…) el comisionado que Usted me ofreció mandar no ha venido y lo siento porque eso me hubiera dado más carácter; el Gobierno ha calificado los despachos que Usted confirió”. En el primer caso se trataba de Alejandro Eugenio Gazán, a quien Francisco Saviñón había nombrado en su calidad de agente confidencial en Curazao, canciller de la referida agencia, el 8 de febrero de 1864. El referido nombramiento visto y aprobado por Duarte, el 23 de febrero de 1864, figura en Carlos Larrazábal Blanco.
(editor). “Archivo de Duarte”. En Emilio Rodríguez Demorizi, y otros (editores). Apuntes de Rosa Duarte…, doc. no. 36, pp. 225-226. La carta de Francisco Saviñón a Duarte está fechada en Curazao, el 7 de julio de 1864, y enviada a Saint-Thomas, donde Duarte se encontraba en su viaje de regreso a Venezuela, después de haber estado en la República Dominicana. Ibídem, doc. no. 50, pp. 240-242.
- 14. Emilio Rodríguez Demorizi, y otros (editores). Apuntes de Rosa
Duarte…, p. 102. En una de las anotaciones correspondientes al día 23 de enero de 1864, se lee: “Recibe carta del Coronel Saviñón participándole que muchos dominicanos están dispuestos a irse a la revolución y que no se han ido por falta de recursos”. En la carta de Saviñón a Duarte, del 7 de julio de 1864, citada en la nota anterior, se informó: “Aquí casi todos anhelan por volar a prestar su contingente pero la falta de recursos no lo ha permitido aún, pero creo que pronto se podrá ir todo el que quiera, estos son mis deseos”. Ibídem, doc. no. 50, p. 241.
- Genealogísta: Amadeo Julián