Domingo Lazala Sánchez
Vino al mundo en 1811. Hay distintas versiones acerca del lugar de nacimiento de este personaje. De Santiago, dice Rufino Martínez y que no se sabe por cuales causas se fue a vivir a poblaciones del Sur como Bánica, Las Matas y Neyba. De La Vega, dicen otros. De Puñal, dice el historiador vegano don Manuel Ubaldo Gómez. Natural de Bánica, escribe don Emilio Rodríguez Demorizi, y así por el estilo, como si hubiese un misterioso concierto entre los narradores de la historia, para no asignarle un lugar de origen cierto, a quien al pasarse a las filas de los restauradores en los meses finales de 1863, tenía algunos graves y deshonrosos precedentes en su contra.
Con sus propias manos y desde su condición de Comandante de Armas de la común de Guerra, Domingo Lazala arrió la bandera nacional y la sustituyó por la española en marzo de 1861; en julio del mismo año, cumplió el designio homicida de Santana y sirvió de presidente del Consejo de Guerra que condenó a Sánchez y sus compañeros a la pena capital. Por esas y otras hazañas antipatrióticas, Lazala fue condecorado por la Reina Isabel Segunda con la Orden de Carlos III, en 1862.
Lazala era comerciante y acostumbraba a escribir su apellido con ese y no con zeta. Fue soldado de las luchas por la separación de Haití; comerciante en la región Sur; era Comandante de Armas de Neyba, al servicio del gobierno de Santana y de ahí se le trasladó a Guerra, donde estaba cuando fue decretada la anexión. Servil al general Santana y en total entrega a la causa de España, se dice que fue escogido para presidir el juicio de San Juan, entre otras cosas, porque era enemigo personal de Sánchez.
En septiembre de 1863 era Comandante de Armas en Las Matas de Farfán y la misma noche del 17 de septiembre de 1863, en que se produjo el pronunciamiento patriótico de esa villa, Lazala cayó en manos de los restauradores capitaneados por el coronel Domingo Moreno, quien lo entregó junto a otros prisioneros, al temido general Pedro Florentino. Cuando se esperaba que serían ejecutados sumariamente, el jefe Florentino los remitió a todos, sin daño alguno, a las autoridades de Santiago, donde Lazala juró arrepentimiento y se le aceptó en las filas de los patriotas. Fue enviado de nuevo al Sur, donde estuvo a la orden del general Juan de Jesús Salcedo y más adelante del también general Manuel María Castillo, cuando este sustituyó a Salcedo en esa región. Después de la guerra continuó su carrera de hombre de armas.
En 1867 era jefe militar de Neyba, tenía entonces 56 años. Un día regresaba de Barahona y en un lugar del camino llamado Habanero, a orillas del Yaque, uno de sus enemigos, Antonio Cuello, le tendió una emboscada y lo mató a balazos.