Antonio Guzmán
Terrateniente y militar nativo de Guaza, hoy Ramón Santana, entonces comunidad rural de Hato Mayor. Capitán de las guerras de Independencia. Seguidor cercano de Pedro Santana, a quien lo unía el nexo del compadrazgo, como ingrediente adicional al afecto que se profesaban mutuamente. Aceptó la anexión, por supuesto, y en el combate contra los patriotas estuvo junto a su jefe y querido compadre en el campamento de Guanuma. Un día pidió y obtuvo licencia para ausentarse del campamento, se fue a su casa en Guaza y con siete mil pesos que guardaba de los fondos y provisiones que administraba, se pasó de plano a las filas de los restauradores. Con esta adhesión cobró fuerza renovada la Guerra Patria en los frentes del Este y sufrió un severo golpe la moral del bando antinacional, la del general Santana primero que cualquier otra. Empezó el compae Antón a enviarle cartas desafiantes al general Santana, a pronosticarle derrotas y fracasos y a retarlo a enfrentarse de hombre a hombre. Se dice que la actitud de Guzmán afectó profundamente el ánimo de Pedro Santana.
Se unió Antón a Pedro Guillermo, Genaro Díaz, Antonino de Aza, Santiago Silvestre, Santiago Mota y otros de tanta pericia y tanto valor como éstos. El 12 de enero de 1864 salió Santana de la Capital, a donde había ido para reponerse de los achaques de salud que lo estaban afectando. Iba al frente de tropas del Batallón del Rey, después de recibir carta de Guzmán, que lo desafiaba a encontrarse en Rincón de Pulgarín. Se dio el combate, murió allí el general Santiago Mota en un lance al arma blanca y Guzmán se vio forzado a retirarse a Bayaguana, ignorante de que dos compañías del Regimiento de La Habana lo esperaban para cortarle la retirada. Para recomponerse, Guzmán viajó a Santiago, obtuvo tropas, pertrechos y otros recursos de guerra de parte del gobierno, que lo nombró de paso, Comandante de Armas de El Seibo. Se estableció Guzmán entre esta población y Hato Mayor, recrudeció sus operaciones, siguió escribiéndole a Santana, se levantó Higüey y la comunicación de Santana con la Capital se volvió cada vez más crítica, hasta que, en medio de derrotas y amarguras, tuvo que retirarse a la Capital, donde el 14 de junio de 1864, la muerte lo salvó del juicio que, por insubordinación, le preparaban los propios diablos españoles a los que Santana les vendió su alma y la vida de su propia patria.
Los españoles, mientras, asediados y sin posibilidad de recuperarse, diezmados por el plomo y el machete vengador de los patriotas; por la dureza del clima, las epidemias y el rámpano implacable, se vieron forzados a retirarse a marchas forzadas a la Capital, y el Este quedó libre de fuerzas invasoras, a mediados de noviembre de 1864. Antonio Guzmán lo celebraba como si se tratara de un triunfo personal, aunque se dice que se lamentaba de que Santana no estuviera vivo para que sintiera la humillación mayor de esa derrota.
Antonio Guzmán siguió participando en las luchas que se registraron en la segunda República, hacía constante ostentación de su calidad de importante hombre de armas. Sin doctrina ni principios teóricos que sustentaran sus acciones, el valor y el prestigio de Guzmán fueron puestos unas veces al servicio de la mala causa baecista y otras a favor de cualquier otra bandería. Murió en 1867.