Jesús de Galíndez

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Jesús de Galíndez

Desde los 17 años estuvo vinculado al Partido Nacionalista Vasco (PNV). Nació el 12 de octubre de 1915, Amurrio (Álava)

En 1936 se graduó de Licenciado en Derecho en la Universidad Central de Madrid ( Complutense). Ya en ese momento era autor de varios libros sobre política, derecho y psicología.

En 1939, cuando los republicanos fueron derrotados en la Guerra Civil española, Galíndez obtuvo exilio en Francia. En noviembre de ese año se trasladó a República Dominicana, con ayuda de la legación diplomática de su país.

Fue catedrático de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y asesor legal del Departamento de Trabajo. Profesor en la Escuela de Diplomacia, donde impartió clases a Ramfis Trujillo.

Ganó un premio literario con su obra Bahoruco, durante la celebración del centenario de la independencia de RD en 1944.

Constancio Cassá Bernaldo De Quiros, anota en “Jesús de Galindez. Escritos Desde Santo Domingo y Artículos Contra el Régimen de Trujillo. En el Exterior”, que nació en Madrid, el 12 de octubre de 1915. “Su madre, de origen asturiano murió siendo él aún un niño. Su crianza quedó bajo el cuidado único de su padre, don Jesús, oftalmólogo que ejercía en Madrid, quien lo internó desde muy joven en la escuela de jesuitas Nuestra Señora del Recuerdo, en el municipio de Chamartín de la Rosa, en Madrid, donde desarrolló los hábitos del estudio. Con el tiempo, su padre se casó en segundas “nupcias y procreó a su medio hermano Fermín, quien siguió los pasos de su padre y se graduó de oftalmólogo.

“Como su padre había nacido en el País Vasco, en Amurrio, en la provincia de Álava, toda la familia pasaba las vacaciones allí, y con el transcurrir de los años Galíndez se fue encariñando con el pueblo paterno, al extremo que sentía ser vasco”.

Galindez en Santo Domingo

En la obra publicada en 2010 por la Comisión de Efemérides Patria y el Archivo General de la Nación: “Jesús de Galíndez. Escritos desde Santo Domingo y artículos contra el régimen de Trujillo en el exterior, Constancio Cassá Bernaldo de Quirós, quien fue el Compilador, apunta que el anhelo de protagonismo individual de Galindez “fue frustrado debido a las maniobras del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien había proclamado la «política migratoria humanitaria» en un esfuerzo por disipar el escándalo internacional creado por el genocidio de miles de haitianos en la zona fronteriza dominicana en 1937. Unos 4,000 refugiados republicanos españoles se acogieron a esa política migratoria.

“Desde Europa viajó a Nueva York y allí embarcó hacia Santo Domingo en el Borinquen. Viajaba solo, sin ningún compañero de exilio. Llegó a Santo Domingo el 28 de noviembre de 1939, según consta en la «Relación de pasajeros entrados del extranjero durante el mes de noviembre de 1939» y en la «Solicitud de permiso de residencia», ambos documentos de la Secretaría de Estado de lo Interior y Policía. No obstante a este dato fidedigno, Galíndez plantea en La Era de Trujillo que llegó al país el 19 de noviembre. Al inicio de su estadía en Santo Domingo, soltero y con 24 años de edad, vivió en la casa de quien había sido su profesor en la Universidad Central de Madrid, Alfredo Matilla, que vivía con sus padres, esposa y sus dos hijos.

“En Santo Domingo Galíndez inicialmente se desempeñó como taquígrafo: tomaba los cursos y conferencias de otros profesores y los vendía a los estudiantes. También prestaba servicios de redacción en las tesis de los estudiantes universitarios. Finalmente consiguió se le asignaran cátedras en la Escuela Diplomática y Consular del Departamento de Relaciones Exteriores, donde fue profesor de Ramfis Trujillo y devengaba un sueldo de RD$100.00/ por mes. Fue además secretario del Instituto de Legislación Americana Comparada de la Universidad de Santo Domingo y, en su último trabajo en el país, fungió como asesor legal del Departamento de Trabajo y Economía, hasta fines de enero de 1946, con un sueldo de RD$150.00/mes. En esta posición colaboró en la confección de algunas leyes y entró en contacto con sectores sindicales, por lo que se ha especulado que estuvo involucrado en el intento de huelga azucarera que se produjo a fines de 1945.

Cassá de Quirós indica que paralelamente a esos trabajos, Galíndez investigaba y escribía. Durante su permanencia en el país escribió La aportación vasca al Derecho Internacional (Buenos Aires, 1942), Los vascos en el Madrid sitiado (1945) y su gran aporte al Derecho Internacional Privado Principales conflictos de leyes en la América actual (1945).

En la obra están incluidos una serie de artículos publicados en revistas y periódicos tales como Cosmopolita, Anales de la Universidad de Santo Domingo, Revista Jurídica Dominicana, Juventud Universitaria, Clío, La Nación y Por la República, algunos referentes al tema matrimonial, que lo convierten en el tema mejor estudiado por el autor. También relata experiencias personales que tuvo durante la Guerra Civil Española, como cuando le tocó dirigir un pelotón de fusilamiento en Torralba; en otros comenta visitas que realizó por el interior de la República Dominicana, algunas en forma de cuentos; y, sobre costumbres del País Vasco.

Premio literario

El compilador indica que con ocasión de la celebración del centenario de la independencia dominicana en el 1944, Galíndez, con su trabajo «El Bahoruco. Leyenda del lago Enriquillo», ganó el primer premio en el concurso literario. Más tarde, este trabajo constituyó el primer capítulo de su obra titulada Cinco leyendas del trópico, la cual está incluida también en esta recopilación, impresa en el mismo año con una portada de otro republicano español, José Gausachs.

Cassá de Quirós resalta que “Galíndez fue también un brillante conferencista. El 14 de noviembre de 1941 dictó en la Universidad de Santo Domingo una conferencia titulada «La crisis de la propiedad»; el nutrido público asistente la ponderó muy favorablemente por el dominio del tema. En Santiago de los Caballeros, en los salones de la Sociedad Amantes de la Luz dictó, entre otras, la conferencia «Gernika, suntuario de la democracia».

Su última conferencia en República Dominicana, “dictada el 16 de diciembre de 1945, fue como una despedida subversiva, titulada «La quinta columna se bautizó en Madrid. Anécdotas y comentarios de una nueva especie jurídica»; presentada por don Julio Postigo, contó con un nutrido público, en el que se encontraban altos funcionarios del Estado, jefes de misiones diplomáticas y destacados intelectuales.

Según él mismo relata en La Era de Trujillo, el contenido de la conferencia le valió una reprimenda de la Consultoría Jurídica de la Presidencia de la República «por estar creando un serio problema al Gobierno».

Desde el 14 de marzo de 1940, cuando se constituyó la Delegación Vasca en la República Dominicana, fue nombrado secretario, lo que fue ratificado por José Antonio Aguirre, presidente del Gobierno vasco en el exilio, cuando visitó el país en octubre de 1942. También fue tesorero del área de América Latina para el Gobierno vasco en el exilio, por lo que manejaba mucho dinero y lo hacía con la mayor escrupulosidad. Aguirre manifiesta en una carta lo siguiente: «La integridad y la honradez de Galíndez están a salvo de cualquier duda. Su escrupulosidad y actividad han sido ejemplares, y por esta razón Galíndez ha podido contar y puede contar todavía con mi confianza total y absoluta. Sus cuentas han sido siempre rigurosamente exactas y no ha hecho nada distinto de las órdenes que se le han impartido».

El Partido Nacionalista Vasco consideraba que su militancia debía ser beligerante contra el fascismo internacional, y se planteó colaborar con los servicios de información de Estados Unidos, en el entendido de que así ganarían el apoyo de ese país para derrocar a Franco. De acuerdo con ese lineamiento, por instrucciones de José Aguirre, Galíndez pasó a ser el informante confidencial DR-10 del Federal Boureau of Investigations (FBI); posteriormente cambió de código para ser el agente Rojas 580- 85, con el fin de colectar y reportar todos los datos de inteligencia que pudiera sobre los nazis, comunistas, falangistas y fascistas en el país, reportándose al agente del FBI en Santo Domingo, Clement J. Driscoll.

A pesar de que era un demócrata, el FBI admitió que Galíndez era reticente a señalar sus compatriotas comunistas, pero en realidad Driscoll más tarde desmiente esto último al referir que Galíndez: «[…] ha suministrado información de valor y confiable, relativa a todos los diferentes tipos de refugiados españoles, incluyendo comunistas, así como sobre los falangistas y no titubea en dar la información que tuviera relativa a actividades comunistas. Se le considera una fuente valiosa de información con referencia al Partido Comunista».

“Driscoll refiere también que: El contacto con este informante se establece únicamente bajo las más discretas circunstancias. La comunicación se efectúa una vez a la semana, normalmente los viernes por la tarde, en un lugar y hora previamente acordados. Este lugar por lo general es un sitio aislado y el contacto se realiza cuando anochece. El informante es recogido en un automóvil y frecuentemente se le entrevista mientras se conduce por las carreteras más desiertas en las afueras de Ciudad Trujillo.

“Nunca se puede establecer el contacto llamándolo a su residencia o al Ministerio de Asuntos Exteriores. En las ocasiones en que sea urgentemente necesario comunicarse con él, durante los días de trabajo, el informante puede ser localizado a las seis de la tarde, a la entrada del café Hollywood en la calle El Conde. Como se trata de un individuo extremadamente regular en sus hábitos, él llega siempre a ese lugar, diariamente, a las seis de la tarde, aproximadamente, y estaciona su motocicleta frente al Hollywood.

El contacto deberá establecerse en ese lugar, dentro de las circunstancias, en la forma más discreta posible. (Bernardo Vega, La migración española de 1939 y los inicios del marxismoleninismo en la República Dominicana, Fundación Cultural Dominicana, Santo Domingo, 1984, p. 47. 24 Jesús de Galíndez).

“Para cumplir con sus responsabilidades de agente del FBI, Galíndez disponía de cuatro sub-agentes que le suministraban informaciones, uno en Santo Domingo, uno en San Pedro de Macorís, que era oficial del Ejército Dominicano, otro en Sabana de la Mar y el último en Montecristi.

En sentido general, todas las personas que tuvieron trato con él expresan una valoración positiva. Era simpático, capaz, conversador y, curiosamente, siempre estaba presente en todos los acontecimientos y actos sociales dominicanos. La republicana española María (Lily) Bernaldo de Quirós de Cassá, manifestó al autor: en honor a la verdad, cuando nos enteramos, después de su muerte, que era un agente del FBI fue una gran sorpresa, pues nunca trató de sacarnos informaciones políticas ni a mí, ni a mi padre Constancio Bernaldo de Quirós, ni a mi esposo José Cassá Logroño, con quien inclusive realizó viajes al interior de la isla, como el que hicieron a la bahía de Samaná junto a un grupo de profesores y estudiantes universitarios, en visita de estudio y placer. Lo que sí nos ocasionaba extrañeza era que al poco tiempo de estar en el país se compró una motocicleta para transportarse, lo que para los exiliados, debido a la situación económica que atravesábamos, era algo casi imposible.12 Frente a esa percepción, generalizadamente positiva, contrasta la enemistad que lo enfrentó con su compañero de exilio José Almoina.

Todo parece indicar que la enemistad se suscitó cuando laboraba en la Escuela Diplomática y Consular, momento en que Galíndez recibió instrucciones de Almoina, quien a su vez las había recibido de más arriba, para que se reprobara el estupendo examen que había presentado la novia de entonces de Galíndez, “Rosa Báez López Penha.

Evidentemente su trabajo de agente del FBI lo desarrolló bien, pues nadie lo supo hasta luego de su muerte, cuando el detective Anthony Bouza, del Departamento de Policía de NuevaYork, encontró en el fondo de la chimenea de su apartamento un documento firmado por el agente Rojas, que informaba sobre encuentros entre exiliados dominicanos: quiénes estaban, cuántos había, sobre qué se habló, qué dijo cada uno, etc.

“Finalizada la Segunda Guerra Mundial, ya con facilidades para viajar de un país a otro, Galíndez marchó a Nueva York el 31 de enero de 1946.Al igual que muchos otros españoles republicanos, buscaba países donde reinaran más libertades y donde existieran mayores oportunidades de empleo.

En Nueva York siguió colaborando con la delegación del PNV, dirigida por Antón Irala, que consiguió la condena del régimen franquista por parte de las Naciones Unidas.

Desde su llegada a Estados Unidos trabajó principalmente como periodista; entre sus artículos destaca el escrito sobre la vida de los puertorriqueños en Nueva York. Puesto que dominaba perfectamente el francés y perfeccionó rápidamente su inglés, en ocasiones se desempeñaba como intérprete, como cuando José Giral, presidente del gobierno republicano, fue recibido en la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Radicado ya en Estados Unidos, en 1947, escribió Derecho vasco, publicado en Buenos Aires, y junto con Gordon Ireland escribió Divorce in the Americas, que fue publicado en Búfalo.

En ese mismo año con la obra La Revolución Francesa repercute en Euzkadi, consiguió el primer premio en el II Congreso de Escritores Vascos.

Otras obras de este autor fueron: El divorcio en el Derecho Comparado de América (México, 1949); Estampas de la guerra (Buenos Aires, 1951); La inestabilidad constitucional en el Derecho Comparado de Latinoamérica (México, 1952); Nueva fórmula de autodeterminación política de Puerto Rico (Puerto Rico, 1953); Iberoamérica. Su evolución política, socio-económica, cultural e internacional (Nueva York, 1954).

También en Estados Unidos se destacó como conferencista. En 1949 dictó una conferencia en la Universidad de Columbia, sobre los vascos y América; posteriormente fue contratado para impartir conferencias en la Universidad de Princeton, que provocaban entusiasmo por parte de los estudiantes, y en 1951 la Universidad de Columbia lo contrató para impartir las cátedras de Derecho Público Hispanoamericano y de Historia de la Civilización Iberoamericana, a las que asistía un gran número de alumnos que lo respetaban y apreciaban. Laboró para los programas radiales de La Voz de América y colaboraba en El Diario de Nueva York.

Tan pronto llegó a Estados Unidos, Galíndez comenzó a criticar al régimen trujillista, por lo que en el otoño de 1946 el Consulado dominicano le suprimió el permiso de entrada al país. De inmediato comenzó a impartir conferencias y a publicar artículos en los que criticaba la dictadura trujillista, como en la revista vasca en el exilio (París) Eurosko-Deya, en el 1947; la revista cubana Bohemia, en el artículo titulado «La opereta bufa de Trujillolandia», aparecida el 20 de julio de 1952; en el periódico Quisqueya Libre, editado en La Habana por los exiliados dominicanos; en la revista Elite, publicada en Caracas; en la revista Boletín del PRD editada en Nueva York en marzo de 1954, en el artículo «En la independencia de la República Dominicana»; en la revista Alderdi de marzo de 1954, y en Cuadernos Americanos de marzo de 1955, en el artículo «Un reportaje sobre Santo Domingo».

Un ejemplar de Bohemia le fue entregado a Ramfis por el Servicio de Inteligencia de la Aviación; el artículo trataba el tema de la bastardía de Ramfis, como lo hizo en su tesis doctoral La Era de Trujillo en la que plantea que el «hijo mayor de Trujillo; nació en el año 1929, cuando su madre estaba casada con un cubano que lo desconoció como hijo, subsiguientemente Trujillo le reconoció como tal; siendo todavía hijo adulterino y estando casado su padre con la segunda esposa».

Ramfis, con un ejemplar de la revista en la mano, cuestionó a Trujillo diciéndole «¡Dime qué hay de cierto en esto!». Este incidente le causó al dictador un distanciamiento con su hijo más querido, que Trujillo nunca perdonó; en adición, parece haberle generado a Ramfis problemas psiquiátricos que nunca pudo superar.

La misma versión da cuenta de que Galíndez frecuentemente participaba en piquetes y mesas redondas, acompañando a los exiliados dominicanos en su afán por desenmascarar a Trujillo. Galíndez, pues, se había convertido en un gran problema para el dictador.

“A principio de 1955 Trujillo se enteró que Galíndez preparaba su tesis doctoral, y que el tema era sobre su régimen, por lo que le hizo ofertas económicas a cambio de la entrega de la misma. Para mediados de año, Galíndez ya había concluido las 700 páginas de su tesis, Trujillo´s Dominican Republic, una magnífica obra sobre una de las dictaduras más férreas. La investigación, documentada con entrevistas y los periódicos de la época, que consultó durante semanas en la Biblioteca del Congreso, hacía serias acusaciones sobre malversación de fondos, inmoralidad sexual, enriquecimiento ilícito y nepotismo por parte de Trujillo, además de insistir sobre la bastardía de Ramfis, por lo que el dictador se preparaba para secuestrarlo y llevarlo ante su presencia.

“Para ello, a fines de año contrató a una joven para que lo sedujera y pudiese averiguar sobre la tesis, conocer sus movimientos y contribuir con el secuestro. Se trataba de Gloria Estebanía (Gogi) Viera Marte, quien fue vista en reiteradas oportunidades con el republicano español Félix (El Cojo) Hernández Márquez,17 un espía de Trujillo.

El Cojo visitó a Galíndez el 22 de noviembre, día siguiente a la presentación de la tesis en la universidad, indicándole que Trujillo conocía la existencia de la obra, y lo volvió a visitar el 8 de enero y luego el 16 de febrero de 1956. Cansado del asedio, Galíndez lo amenazó con llamar a la policía. La tesis finalmente fue aceptada por la universidad el 27 de febrero de 1956.

La desaparición de Galindez

“La desaparición de Galíndez se produjo el 12 de marzo de 1956, con 41 años de edad. Luego de terminar su clase de Derecho Internacional, en el salón 307 del edificio Hamilton, del Departamento de Español de la Facultad de Estudios Generales, de la Columbia University, a las 8:45 de la noche, su alumna Evelyn Lang lo llevó para que tomara el metro en la calle 57, Esq. 8va Avenida, en Manhattan, para retornar a su apartamento, ubicado en la Quinta Avenida Núm. 30, de Greenwich Village, Apt. 15 F. Todo parece indicar que Galíndez compró el periódico de ese día durante el regreso a su hogar, pues fue encontrado en el apartamento cuando la policía lo revisó, lo que indica que llegó allí y que de alguna forma lo hicieron salir para secuestrarlo. Fue sedado por el doctor Jesús o Miguel Rivera, o el Sr. Velázquez. (Este señor utilizaba diferentes nombres falsos y uno de estos era Jesús o Francisco Martínez Jara).

“El Cojo era un antiguo estudiante de medicina, que había sido secretario particular de Millan Astray y de Francisco Franco durante la legión, y luego fue infiltrado en el Servicio de Inteligencia del ejército republicano. Se fue al exilio como agente provocador, dispuesto a realizar cualquier tarea que le asignara la dictadura española, y una de estas fue ponerse al servicio de Trujillo en el año 1955. (Bernardo Vega, Almoina, Galíndez y otros crímenes de Trujillo en el extranjero, Fundación Cultural Dominicana, Santo Domingo, 2001, pp. 83-86. Y Jesús de Galíndez. Escritos desde Santo Domingo… 29).

Galindez fue transportado al aeropuerto de Linden, en Nueva Jersey, donde esperaba una avioneta que pilotaba el joven norteamericano de 21 años, Gerald Lester Murphy, nativo de Eugene, Oregón; el vuelo hizo escala para abastecerse de combustible en el aeropuerto de Zahn’s, en Amityville, Long Island, mientras otros refieren que fue en Miami donde los secuestradores simularon que transportaban a un enfermo terminal con cáncer, para que visitase a su madre por última vez. El vuelo prosiguió hasta Montecristi, donde esperaba el capitán Octavio de la Maza con una ambulancia para conducirlo a Dajabón, y desde allí, en otro avión, a Santo Domingo, para presentarlo ante el propio Trujillo.

Se supone que, luego de interrogarlo y torturarlo hasta la muerte, su cadáver fue lanzado al mar.

Después de la desaparición de Galíndez, el gobierno trujillista lanzó un sin número de calumnias para manchar su nombre y desinformaciones para tratar de desligarse de la desaparición, a la vez que la restaba importancia. En sentido contrario, en el entorno internacional se alzaron prestigiosas voces de elogio de la figura de Galíndez, como Indalecio Prieto y Pablo Neruda, quien le dedicó la poesía «Desaparece un profesor».