La Deuda Externa

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La deuda externa es la suma de las deudas que tiene un país con entidades extranjeras. Se compone de deuda pública (la contraída por el Estado) y deuda privada (la contraída por empresas y particulares).

La deuda externa con respecto a otros países, comúnmente se da a través de organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial.

El principal argumento para que un país contraiga una deuda es que teóricamente permite conservar los recursos propios y recibir recursos ajenos para explotar, procesar o producir nuevos bienes y servicios. Sin embargo, se vuelve un problema cuando dicho dinero no se utiliza en aquello para lo que fue solicitado, cuando se usa de manera ineficiente o cuando las condiciones de devolución se endurecen ya sea por incumplimientos anteriores del deudor o por presiones externas para modificar la política económica.

Origen

En 1973 el precio del petróleo se multiplicó por cuatro. Los países productores ganaban enormes cantidades de dinero, y bancos privados acudieron a estos países con tipos de interés extremadamente bajos. El 60 % de los créditos fueron a países empobrecidos. En el caso de América Latina, varios países de la región se encontraban bajo regímenes dictatoriales, que contrajeron deuda de manera imprudente o deliberada.

A finales de 1979 sucedieron cuatro hechos perjudiciales para estos países:

  1. Subieron los tipos de interés (se multiplicaron por cuatro desde finales del año 1970 hasta principios del año 1980), lo que precipitó la crisis de la deuda del año 1982, que se manifestó con fuerza en los países latinoamericanos. En ese momento, se fomentó la adquisición de nuevos préstamos para hacer frente al pago de deudas impagables, provocando a raíz de esto la catástrofe económica de esa década y la multiplicación de la deuda.
  2. Se apreciaba fuertemente el dólar.
  3. Cayó el comercio mundial y se despreciaron las exportaciones del Sur que no eran petróleo.
  4. Se iniciaron los planes de ajuste estructural.

Se llegó entonces a una situación, que metafóricamente explicaba el analista Ignacio Ramonet, en la que los países del Tercer Mundo invertían más dinero en devolver los intereses de esa deuda que en su propio desarrollo:[1]

Entre otras causas, la fuga de capitales privó a estos países de una fuente de ahorro interno imprescindible para el impulso del propio desarrollo.

Endeudamiento grave

Causas para un endeudamiento con entidades extranjeras

Algunas causas típicas para el grave endeudamiento con una entidad extranjera son:

  • Catástrofes naturales, epidemias y similares, que obligan a pedir préstamos para paliar sus efectos.
  • Inversiones en nuevos cultivos, industrias, etc. que pueden fracasar por no haber tomado en cuenta el riesgo de cambios en los mercados u otras razones.
  • Mala administración de los fondos, que producen un déficit sostenido que supone cada vez más recursos externos para compensarlo.
  • La negligencia (intencional o no) respecto a los efectos que las deudas excesivas pueden tener, o bien la ausencia de prerrequisitos antes de concederla. Así, autores como Marc Reffinot apuntan que un fenómeno parecido ya sucedió en la década de 1930 tras el crac del 29 y, pese a contar con esa experiencia, se permitió volver a endeudarse a las naciones.[2]
  • En el Fórum 2004 de Barcelona se propuso la llamada deuda indigna, como aquella que se contrajo y se permitió contraer pese a saber que ocasionaría serios problemas a la economía y al desarrollo del país que la solicitaba. La llamada deuda indigna tiene además como requisito que al organismo o país prestamista le resultará imposible no saber los efectos que dicho crédito ocasionará al receptor.

Condonación de la deuda externa

La progresiva aparición de más y más países lastrados por su enorme deuda causó a finales del siglo XX una progresiva conciencia en muchos sectores sociales de la necesidad de la condonación de la deuda externa a los países del tercer mundo incapaces de pagarla. Esta idea ha encontrado una fuerte resistencia entre los sectores políticos más conservadores de los países desarrollados, que no se resignan a perder el dinero prestado.

Aunque no es frecuente, varios países han condonado a otros su deuda (total o parcialmente), generalmente por estar el país reconstruyéndose tras una guerra, una catástrofe o después de un estudio sobre su economía.

En España, según la Red Ciudadana por la Abolición de la Deuda Externa, la deuda era de 68.000 millones de dólares en 1970. En una década, la deuda creció hasta 577.000 millones de dólares, aunque aún era asumible si se hubieran mantenido los términos en los que fue contratada.

En los años ochenta, recordados como la década perdida para el desarrollo, la deuda se convirtió en impagable y alcanzó tales proporciones que se convirtió en uno de los principales obstáculos para el progreso. En esa década, los países en desarrollo pagaron una factura del orden de un billón trescientos mil millones de dólares en concepto de pago del servicio de la deuda.

Con el problema de la deuda externa tras la macro campaña de presión emprendida entre 1998 y 2000 ha pasado algo parecido a lo sucedido con el 0,7 %. Los logros conseguidos, muy parciales y más encaminados a lavar la imagen ante la opinión pública que a una reforma de calado, han provocado una mezcla de escepticismo y resignación entre la ciudadanía.

Por otro lado, tras el atentado del 11 de septiembre a las Torres Gemelas de Nueva York, la coyuntura internacional en la que Estados Unidos aspira a reforzar su hegemonía ha difuminado la visibilidad del problema de la deuda externa. También existe la opinión de que la condonación de la deuda a medio o incluso a corto plazo sería inútil, pues las naciones volverían a endeudarse. Como se ha comentado más arriba, según la opinión de Marc Reffinot algo parecido ya sucedió en la década de los 30 y, pese a ello, se olvidó unos cuarenta años después.Plantilla:Cr

Sin embargo, nuevos enfoques como el análisis de la deuda ecológica del Norte con el Sur se han ido incorporando como parte de un argumentario más amplio que conecta con la sostenibilidad medioambiental y la exigencia de cambios en la globalización, con movimientos sociales cada vez menos estancos y más interconectados.

En todo caso, perviven diferentes organizaciones que se han constituido en observatorios de vigilancia y examinan de cerca el estado de la cuestión, que dista mucho de haberse solucionado. En el caso español, a finales de enero de 2003, Cáritas, Oxfam Intermón y el Observatorio de la Deuda en la Globalización presentaron en Porto Alegre un informe con propuestas para avanzar denunciando "la parálisis" del ejecutivo español ante este asunto.

Según el especialista Jesús Barcos: También el Papa Juan Pablo II atacó la deuda afirmando entre otras cosas:

(Discurso del Papa en la reunión con la delegación de Jubileo 2000, 23 de septiembre de 1999).

Véase también

Referencias

  1. Ramonet, Ignacio, Revista Consumer, julio-agosto de 2001.
  2. Reffinot, Marc, De la crisis de la deuda a la financiación del desarrollo - Cooperación para el desarrollo en la posguerra fría, n.º 31 de Tiempo de Paz, Editorial Popular, Madrid, invierno de 1994, ISBN 02-208-926

Enlaces externos

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