Emilio Benito Martínez
Valiente patriota puertoplateño. Agricultor, propietario de grandes extensiones de tierra en la falda de la loma Isabel de Torres. Soldado de la Independencia. Tenía rango de general y quedó inscrito en las Reservas cuando fue impuesta la anexión. Siguió al servicio de los españoles aún después de comenzar la guerra.
La columna a la que pertenecía Martínez era comandada por el general español Rafael Primo de Rivera. Estaba concentrado en la fortaleza San Felipe y el 3 de octubre de 1863 salió del recinto con permiso de sus superiores. Se pasó al bando de los patriotas y siguió el combate en los contornos de la ciudad. Jefe superior en forma provisional de todos los cantones y finalmente comandante del campamento de Cafemba.
Disponía de dos piezas de artillería y con ellas cañoneaba frecuentemente las embarcaciones españolas. En enero de 1864 era el Jefe de Operaciones del campamento de Las Jabillas. En la madrugada del 30 al 31 de agosto de 1864, los españoles lanzaron un violento asalto con una fuerza de dos mil hombres sobre las posiciones de los patriotas; la trinchera defendida por Martínez fue desbordada por el embate de esa fuerza superior.
Llegó la orden de emprender la retirada. Y a quién le dejo este cañón, preguntó gallardamente el arrojado general, cuando sus compañeros de armas le aconsejaron retroceder. Se quedó acompañado tan sólo de siete hombres y sin dar un solo paso atrás, siguió peleando desesperadamente mientras le quedó un hálito de vida. Hasta la pluma en venenada del general De la Gándara, en el reporte enviado al Gobernador de Cuba, con fecha de 3 de septiembre de 1864, se inclinó ante el heroísmo del general Martínez: Fue muerto bizarramente en su puesto, al tiempo de disparar el último cañonazo, atravesado por las bayonetas de dos cazadores de la Corona. Otro historiador español, Ramón González Tablas, rinde tributo inconsciente al acerado valor del general caído. Murió, dice el cronista, al pie del cañón y con la mecha en la mano.
El combate se produjo en horas de la noche, y al llegar la luz del día, las tropas españolas toparon con el cuerpo sin vida del general Benito Martínez y, sin el menor asomo de dignidad y honor, se rebajaron al punto de ensañarse contra el cadáver y lo quemaron.