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Cosas añejas es una de las obras representativas de la literatura dominicana del siglo XIX y la mayor producción de César Nicolás Penson, quien nació en Santo Domingo, el 22 de enero de 1855. Sus padres fueron William Penson Herrera y Juana Dolores Matos. Penson hizo sus primeros estudios en el Colegio San Luis Gonzaga y posteriormente se graduó de abogado. Ejerció su carrera y desempeñó varias funciones en la Judicatura. También se dedicó a la enseñanza y colaboró con Salomé Ureña de Henríquez en el “Instituto de Señoritas”. El 29 de abril de 1880 se casó con Francisca Antonia Rodríguez Montaño, con quien procreó 18 hijos. Desde muy joven, Penson se aficionó al periodismo y a la literatura. En 1875 publicó el periódico La Idea, órgano de la Sociedad “Amigos del País”, de la que fue miembro notable. En 1882 fundó El Telegrama, primera publicación diaria de la República Dominicana, la cual tuvo una existencia efímera. Creó, además, los periódicos El Diario del Ozama (1883) y La Lucha Activa (1886). También colaboró en los principales periódicos de la época. En la literatura se distinguió como escritor y poeta, hizo incursiones en la crítica literaria, realizó estudios filológicos y folklóricos y traducciones de obras francesas e italianas. Murió en 1901.
I. Cosas añejas en la literatura dominicana
Esta obra recoge tradiciones dominicanas de fines del siglo XVIII hasta principios del siglo XIX. César Nicolás Penson recopiló un conjunto de acontecimientos que permanecían depositados en archivos o en la tradición oral del pueblo.
Al referirse a la importancia de Cosas añejas, José Alcántara Almánzar señala:
Su valor principal es histórico. Si nos atenemos a la rigurosidad que debe observar la historia novelada, como la de acogerse siempre a documentos y datos exactos, salta a la vista que el intento en Penson es de tono menor en este sentido. Pone énfasis fundamentalmente en ciertos acontecimientos –en su opinión importantes- y se basa casi con carácter exclusivo en la transmisión oral, al confiar en las relaciones hechas por ancianos en conversaciones directas para echar los cimientos de sus tradiciones. No obstante, al autor trata de hallar aquí y allá, elementos descriptivos (ruinas, calles, iglesias, etc.) que fortalezcan y ubiquen correctamente la acción de sus relatos. [1]
En su estructura, la obra de Penson se compara a las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma y ambos textos se inscriben dentro de un tipo de escrito que surge durante siglo XIX y que busca “rescatar” el pasado y las tradiciones de las sociedades criollas en Hispanoamérica.
II. Cosas añejas y sus contextos
1. Contexto sociográfico
Con el título de Cosas añejas. Tradiciones y Episodios de Santo Domingo. Santo Domingo, Imp. Quisqueyana, 1891, X-270-LXXVII páginas, (Prólogo de Manuel de J. Galván, notas y apéndices), el 8 de marzo de 1891 sale la reseña de esta obra en el periódico El Teléfono. Este periódico de cuatro páginas trae ese día una portada con grandes anuncios de la ferretería “El Gran Candado”, vendedora de “cimento portland en barriles y en cuñetes de un quintal”; de la compañía de ‘aseguros de vida del Canadá’ “The Sun” y del aceite “Luz de Diamante”. Se anuncian, además, ofreciendo sus servicios en pequeños recuadros, José Joaquín Pérez, notario público; Federico Hohlt, corresponsal del Banco Alemán; Alberto Gautreau, cirujano y Federico Giraudi, profesor de piano, entre otros. Se avisaba también la llegada de 12 “armoniums” al Bazar de Aybar Hermanos.
Cosas añejas sale a la luz pública en plena dictadura de Ulises Heureaux (Lilís), quien había arribado a su tercery consecutivo mandato el 27 de febrero de 1889.Durante este período, el General Heureaux se dedicó a prestar atención a las relaciones exteriores de su gobierno.En el año que nos ocupa (1891), Lilís firmó un tratado comercial con los Estados Unidos.En su trasfondo se estaría gestionando el arrendamiento de la bahía de Samaná, situada al noreste de la República Dominicana.La visita en julio de un barco de guerra norteamericano provocó una gran agitación popular contra el proyecto.Muy molesto, Heureaux publicó una declaración en la Gaceta Oficial en la que negaba la existencia de ofertas de venta o arrendamiento de la bahía.Además, el dictador se vio obligado a dejar sin efecto el tratado firmado con los norteamericanos, ya que los países europeos con los que la República Dominicana mantenía relaciones comerciales se opusieron al mismo, alegando que lesionaba sus intereses.