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Revisión del 10:03 20 mar 2017
Obra magistral de César Nicolás Penson (convertida en Décima por Gabriel Moquete), que forma parte de su extraordinaria Obra costumbrista Cosas Añejas.
LAS VÍRGENES DE GALINDO (Décimas)
En época de Boyer,
cuando la dominación
de Haití sobre ésta nación
sucedió este acto tan cruel.
En aquél lejano ayer
Galindo era un litoral
cerca de la capital,
(entonces amurallada),
donde hoy está la barriada
Mejoramiento Social.
Su finca en aquél lugar
Andrés Andújar tenía,
un señor que allí vivía
en su entorno familiar.
Un tupido guayabal
de sombras cubría el ambiente,
una ligera pendiente
se desliza hacia el Ozama,
allí un becerrillo brama,
canta la brisa sonriente.
Allí vivía Don Andrés
con sus tres hijas hermosas,
eran en verdad tres rosas
llenas de amor y de fe.
Despertaba el interés
Agueda,linda y jovial,
era como un manantial
de belleza y de ternura,
desbordaba gracia pura
su belleza natural.
Las otras dos hermanitas
siete y ocho años tenían,
Ana y Marcela, serían
también dos niñas bonitas.
De madre eran huerfanitas
y tenían de compañía
a una moza que tenía
en su finca Don Andrés,
también había un mozo, que
de mayordomo servía.
A Don Andrés le gustaba
mucho la pelea de gallos
y en su brioso caballo
a la gallera marchaba.
A las tres hijas dejaba
en el ya citado hogar
y se marchaba a jugar
sin importarle el regreso
y mucho después " del rezo "
sabía a veces regresar.
La gente le aconsejaba
sus niñas no dejar solas,
Don Andrés,aquellas " bolas·
no hacía caso y las " pifiaba. "
Quien mas consejos le daba
era Jacinta Cabral,
una mujer muy cordial
que a sus hijas recibía
cuando a veces las traía
con él a la capital.
Cuentan que un sargento Haitiano
que a las niñas observaba
una acción brutal tramaba
junto a un mal Dominicano.
Los dos, para el fin malsano
otros cómplices buscaron,
a Don Andrés acecharon
una noche a su regreso
y con felonía en exceso
la vida allí le cegaron.
Las niñas, que al perro oyeron
ladrar con mucha insistencia
se llenaron de impaciencia
y mucho temor tuvieron.
Las tres, acaso creyeron
que los ladridos del can
no era más que un ademán
en esa forma expresado
con un amo, que a su lado
siempre servía de edecán.
Mientras tanto, los bandidos
en aquella noche oscura
siguen su plan de locura
firmemente decididos.
Después de haber abatido
a Don Andrés al llegar,
se lanzan a realizar
la trama salvaje y ruín
y el diabólico festín
se marchan a consumar.
La puerta de talanquera
que de la finca es entrada
es ágilmente violada
como una débil frontera.
Ya la familia se entera
de que existe algo anormal,
la moza sale al portal
y las tres niñas tambien,
entre la penumbra ven
al mozuelo mayoral.
Aunque la luz es escasa
notan a los malhechores
y aturdidas de temores
se encierran dentro la casa.
Pero el intento fracasa,
porque el mozo, presionado,
hace creer que ha llegado
a la casa Don Andrés,
y todas, con interés
acuden ante el llamado.
El sargento haitiano agarra
a Águeda en un rincón
y de jalón en jalón
toda su ropa desgarra.
Viola la virgen, y embarra
su cuerpo en sangre y sudor,
allí todo el rededor
de pánico se llenó,
el ambiente se cubrió
sólo de angustia y terror.
Las tres vírgenes violadas,
era una profanación
que recibía la nación
por ellas representada.
Nuestra dignidad burlada,
herida su intimidad,
un disparo que en verdad
causa un horrible dolor
y que alienta con ardor
las ansias de libertad.
Las tres niñas mutiladas
en un crimen espantoso,
fueron tiradas a un pozo,
¡disimulación forzada.!
La sangre allí derramada
tenía que delatarlos,
testigo para contarlo
fué quizás el mismo viento
que hizo llegar los lamentos
hasta el " pueblo " de San Carlos.
Todo quedó al descubierto,
pero el ejército haitiano
para encubrir sus paisanos
pescó en aquél río revuelto.
En un juicio dizque abierto
pero en verdad sin sentido,
presentó allí tres bandidos,
¡gran abuso de poder,!
ninguno tenía que ver
con lo que había sucedido.
De angustia la patria ardía,
aquél hecho demostraba
cómo el país se encontraba,
y a qué nivel se vivía.
Pero aún así, día a día
este país, noble y lindo
siempre gritó, ¡ no me rindo,!
y en un Febrero de acción
sirvieron de redención